La medicina docta –siempre tan perspicaz- lleva algún tiempo tratado de desenmascarar a cuantos enemigos –o asesinos-, más o menos “ocultos”, acechan a nuestra salud. La hipertensión arterial, el colesterol, la prediabetes, la grasa periabdominal o el propio estrés están siendo, sin duda, los más señalados –injustamente por lo que se refiere a algunos, por cierto.
Pero parece habérseles olvidado algunos otros que –a mi juicio- suelen generar más estragos en la salud de las personas, como es el caso del que vamos a tratar hoy y que no es otro que la falta de sueño o de descanso.
Este desdén bien podría deberse al hecho de que algunos creen haber resuelto el problema hace décadas con la introducción de los ansiolíticos o los hipnóticos. Pero lo cierto es que cada vez son más frecuentes las personas que –a pesar de atiborrarse de pastillas- no consiguen descansar como es debido. Para tener un sueño relativamente confortable precisan de administrarse dosis masivas (y crecientes) de estos peligrosos fármacos que, como es obvio, les continúan afectando a lo largo del día siguiente manteniéndoles en un estado de sopor permanente y, no obstante, necesitando dosis cada vez mayores para conciliar un sueño absolutamente miserable, por otra parte. Un verdadero círculo vicioso.
La falta de descanso es, con diferencia, uno de los mayores factores de riesgo para nuestra salud y, para mí, el más notorio de esos “asesinos silenciosos” que les son tan caros a la medicina alopática. Según los expertos, algo más del 45% de la población del mundo industrializado se ve afectada por este problema de manera crónica o recurrente.
Lo peor de todo es que muchísima gente hace alarde actualmente de las pocas horas que dedican al descanso y, lo que es más, la propia sociedad parece aplaudir –y fomentar- esta actitud. El alto nivel de competitividad que exige este sistema viciado que nos están imponiendo inexorablemente deja cada vez menos lugar en nuestras vidas para las cosas que verdaderamente importan. Y, desde luego, algunas de las más importantes son el ocio y el descanso y/o sueño.
Hasta los mismísimos japoneses –tan tradicionalistas ellos- parecen haberse olvidado de su ancestral filosofía humanística y su notable capacidad de administración del “tempo” de la Vida y, en la actualidad, se han entregado también de lleno a la vorágine de este `Carpe Diem´ suicida.
Lo cierto es que los especialistas en la materia han comenzado a identificar muchos de los perjuicios que puede acarrear la falta de sueño y que no son precisamente baladíes. Para empezar, generan una merma importante de nuestras facultades mentales que causan:
- Una mayor sensibilidad a la ansiedad y un aumento del riesgo de depresión (se multiplica por cuatro en los insomnes), falta de libido, etc.
- Mayor vulnerabilidad psíquica, que entraña una percepción deficiente de los riesgos con toma de decisiones erróneas e incluso con incremento del riesgo de dependencias –de hecho, se ha comprobado que el desfase horario favorece la dependencia del alcohol o el tabaquismo.
- Los efectos de la falta de sueño también afectan negativamente al aspecto cognitivo como, por ejemplo, a la capacidad de atención, la memorización y el aprendizaje, etc.
Pero la falta de sueño o de descanso también afecta a lo puramente físico u orgánico, que se traduce en:
- Una dieta deficiente; casi la mitad de las personas que no duermen bien terminan comiendo mal también. Acaban decantándose por alimentos poco saludables y bebidas excitantes que provocan un aumento del apetito y una resistencia creciente a la insulina, entrando en un “bucle” realmente pernicioso que pueden generar obesidad y diabetes de tipo II.
- Menor rendimiento físico. Habida cuenta de que es por las noches cuando se promueve el proceso de regeneración de los tejidos –incluido el tejido neuronal-, un descanso insuficiente repercutirá negativamente en la limpieza y reparación de los músculos y, por ende, estos tenderán a ser cada vez menos eficientes acumulando debilidad y cansancio.
- Riesgo de accidentes: los investigadores de accidentes de tráfico han comprobado que uno de cada cinco siniestros es provocado por la falta de sueño. Mientras que la Harvard Medical School afirma que a diario se quedan dormidas al volante unas 250.000 personas (supongo que se trata de una estimación a nivel mundial que incluya también a aquellos que sufren de apnea del sueño).
- Por último, se ha comprobado que la falta de sueño genera un aumento de los fenómenos inflamatorios, ya que se han detectado un aumento significativo de los marcadores específicos de la inflamación – IL-6 y TNF, así como de la PCR en sujetos sometidos a privación del sueño. Por lo que podría estar involucrada en la aparición de no pocas enfermedades crónicas y/o autoinmunes.
No cabe duda alguna de que nuestros padres y abuelos disfrutaban de un sueño mucha mayor calidad y más prolongado y reparador del que tenemos hoy en día. Es muy posible que la escalada imparable de recursos a nuestra disposición en lo que a medios de distracción y ocio se refiere, haya “secuestrado” buena parte del tiempo que antaño dedicábamos al descanso.
ALGUNOS CONSEJOS PARA MEJORAR LA CALIDAD DEL SUEÑO
- Aunque `a priori´ algunos no vean la relación, una buena costumbre para favorecer el reposo nocturno consiste en realizar ejercicio vigoroso de manera habitual. El ejercicio diario nos dotará del tono muscular adecuado para mantener nuestra musculatura en óptimas condiciones, lo cual favorece también su relajación a la hora de dormir.
- Si tiene usted dificultades para conciliar o conservar el sueño, no duerma siesta o limítela a un máximo de media hora.
- No eche “cabezaditas” frente al televisor después de la cena. Si tiene usted sueño, váyase a la cama de inmediato.
- Evite las bebidas excitantes –café, té o refrescos de cola y similares- en las últimas horas del día. Tampoco conviene fumar (tabaco) antes de irse a la cama.
- El dormitorio ha de ser lo más agradable posible y su cama, confortable. Un buen colchón es una de las mejores inversiones que puede usted realizar en lo tocante a su salud –se trata sin duda alguna de un auténtico seguro médico.
- En el caso de los niños insomnes, evitar que vean televisión o manejen el ordenador y todo tipo de pantallas desde al menos dos horas antes de irse a la cama. Sólo debería permitírseles la lectura, siempre y cuando no sea excitante. En este caso, se puede permitir también algo de música relajante (pero sin auriculares) que deberá apagarse poco después de quedarse dormidos.
- Siguiendo con los niños; es sobre todo con ellos con los que resulta más eficaz instaurar cierta rutina en los últimos momentos del día. Y, además, dedicarles unos minutos para acompañarlos a la cama – a ciertas edades no resultaría superfluo comenzar a enseñarles técnicas de respiración para ayudarles a relajarse- y, sobre todo, contarles o leerles algún cuento tradicional o inocente.
- Aprenda algunas técnicas de respiración y/o relajación y póngalas en práctica antes de acostarse o cuando se encuentre ya en la cama. El control de la respiración –sobre todo- es fundamental para favorecer la activación de la fase parasimpática de nuestro sistema nervioso autónomo que es la encargada de gestionar un descanso satisfactorio para nuestro organismo.
Fuente: https://docteurbelmonte.com/